martes, 15 de mayo de 2007

Un viaje al mágico mundo de Rafael Pombo.

Un espacio cultural al alcance de los niños.

Era desconocido el contenido que iba a encontrar tras cruzar la puerta del pabellón contiguo al dos, una vez ingresé a mi siguiente destino, me percaté de que me encontraba en un lugar familiar y mis sentidos me impulsaron a indagar sobre todo lo que encontraba a mi alrededor.

El primer indicio de que lo que veía me era familiar lo dio “La Loca Margarita”, una mujer que llevaba un vestido rojo, un sombrero y una maleta del mismo color, sus gritos daban mayor certeza de la identidad de un personaje del que oí hablar hace muchos años.

Mi atención quedó puesta en ella porque era difícil ignorarla, saltaba de un lado al otro, repartía besos a todos los visitantes y gritaba cosas incoherentes.

Fue entonces cuando me percaté de mi entrada al mágico mundo del poeta Rafael Pombo, había gente de todas las edades; sin embargo, los protagonistas eran los niños.

Había un gran número de salas en las que se realizaban talleres de todo tipo, cerámica, pintura, lectura, juegos y cuentos.

Algo que particularmente llamó mi atención fue el salón de “Hijos de Sue”, un espacio para niños especiales cuyo objetivo principal era la motivación social mediante mecanismos multi-sensoriales.

La curiosidad me llevó a preguntar sobre el taller y la mujer encargada de dirigirlo me contó que el propósito de éste, era relacionar a los niños con deficiencias mentales por medio de la exploración, el tacto, el olfato y la vista; a su vez, señaló que el principal elemento que trabajaban era el agua, del cual surgió el nombre del taller. (Agua es Sue en muisca.)

Una vez abandoné el salón de “Hijos de Sue” visité la sala de lectura donde los niños, junto a sus padres gozaban de cuentos e historias.

En la misma sala de lectura tuve otro encuentro mágico con un personaje que en mi niñez despertaba gran curiosidad, era “La Pobre Viejecita”, tras unos minutos de charla con ella descubrí el mágico mundo de Rafael Pombo, al que parecía estar visitando después de varios años de haberlo conocido.

Tras el recorrido de todas las salas, abandoné el lugar más especial que tiene la vigésima versión de la Feria Internacional del Libro en Bogotá, el pabellón de Rafael Pombo, cuya organización estuvo a cargo de la fundación quien se ha encargado desde hace 18 años de proporcionar dicho espacio dedicado a jóvenes, adultos y pequeños.

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